Cumplir con la misión evangelizadora de la Iglesia de Concepción, en el mundo educativo de la Arquidiócesis, es el objetivo principal de la Vicaría Episcopal para la Educación.
En ese contexto, entre sus principales funciones se encuentran acompañar y motivar a las comunidades educativas en sus procesos pedagógicos, formativos y espirituales.
Este 2022, con el regreso a clases presenciales, el propósito de la Vicaría se vuelve imprescindible, debido a que la educación tradicional se ha enfrentado a diversas transformaciones. Existe la necesidad de centrar la atención en la innovación educativa, logrando así competencias para la vida, en una ciudadanía responsable, cuyo foco sea el amor y la afectividad.
En este proceso es fundamental el rol que cumplen las familias, que en palabras del Papa Francisco están “llamadas a una misión educativa primaria e imprescindible. Ellas constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro”.
Así también lo cree la delegada Episcopal para la Educación, Adriana Fernández, quien además pone énfasis en la importancia de velar por una sana convivencia y el respeto por cada persona:
“Esto se logra estableciendo preocupación por cada uno de los integrantes de la comunidad y sus entornos, ya que cada acción puede repercutir en el otro. Bajo dicha perspectiva damos real importancia al trabajo y aprendizaje colaborativo”.
En la Vicaría de Educación, hacen suyo el llamado del Santo Padre a “una nueva educación que fomente la trascendencia de la persona humana, el desarrollo humano integral y sostenible, el diálogo intercultural y religioso, la salvaguardia del planeta, los encuentros por la paz y la apertura a Dios”.
“Esto implica considerar los distintos espacios públicos y roles, cruzar la información disponible, compartir las buenas prácticas, colaborar institucionalmente y valorar el diálogo como proceso permanente”, expresó la delegada Episcopal.
Lo anterior, beneficia el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes, quienes tendrán las herramientas para construir una sociedad, más justa, humana y solidaria. Para ello, Adriana Fernández comentó que es fundamental la escucha activa y aprovechar este momento de incertidumbre y crisis:
“Depende de nosotros si sabemos dialogar, si somos conscientes para reconvertir la incertidumbre en espacios intencionados para una formación integral, que nos lleve a ser más humanos, con la sensibilidad teológica que nos constituye como pueblo de Dios”.
Asimismo, agregó, se trata de generar una “casa de puertas abiertas”, en donde el acoger es una prioridad y nadie sobra, situando en el centro a la persona, su formación integral y posibilitar el aprendizaje de todos.
“Actualmente hemos logrado hacer comunidad con 31 Colegios Católicos, aún así nuestro desafío es llegar a la mayor cantidad de establecimientos, sobre todo los más vulnerables, Queremos ser un apoyo y acompañar a estudiantes, docentes, padres y apoderados, es decir, a toda la comunidad educativa”.
Además, la Vicaría de Educación, desempeña un papel crucial al acompañar a los docentes, quienes, frente a un escenario incierto, “han dado lo mejor de sí para llevar adelante la continuidad del proceso de aprendizaje de sus alumnos”. finalizó.