El confinamiento nos ha obligado a permanecer en nuestros hogares por mucho más tiempo del que teníamos planeado. Muchos de nosotros, incluso, nos aventurábamos a dar fechas para el fin de la pandemia y así retomar nuestras actividades normales. Cómo se echa de menos el abrazarnos, darnos la mano, compartir un café, conversar sin tener que usar la mascarilla, ir a ver a nuestros seres queridos y compartir con ellos un almuerzo.
Creo que no es posible dimensionar la soledad y el estrés que sienten muchas personas que pasan el día sin compañía o agobiadas por exceso de trabajo y con ello el aumento de enfermedades psicoemocionales especialmente en la población infantil y la de adultos mayores.
Hoy más que nunca se hace necesario escucharnos, y hacerlo con atención, sin prisa, siendo empáticos con el otro, con calidez. El escuchar es una actitud que entra en el ámbito de la caridad cristiana que nos invita a acoger y hacer comunión con nuestro hermano.
Cuántos ruidos, sonidos y palabras escuchamos a lo largo del día. No pocas veces nuestros ritmos acelerados de vida nos llevan a acostumbrarnos al ruido constante y no generamos las disposiciones necesarias para escuchar al otro y simplemente nuestras comunicaciones y vinculaciones se van empobreciendo.
El Papa Francisco siempre promotor de la necesidad de escucharnos nos invita a “escuchar sin prejuicios, dialogar sin imponer, siempre con la verdad del Evangelio porque la realidad es “soberana” y hoy en día no hay “autopistas” para la evangelización, solo caminos humildes que nos llevan hacia adelante”.
Es por ello que, los invito a valorar la realización de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe y participar activamente en el proceso de escucha, donde tenemos la oportunidad para darnos un espacio y prestar atención a los cambios culturales de nuestro tiempo e iniciar un proceso de reflexión sinodal. El Santo Padre nos indica que es “una reunión del Pueblo de Dios: laicas, laicos, consagradas, consagrados, sacerdotes, obispos, todo el Pueblo de Dios que va caminando. Se reza, se habla, se piensa, se discute, se busca la voluntad de Dios”. Hacer una nueva Iglesia a partir del diálogo y la reflexión comunitaria como eje central para poder tomar decisiones en conjunto.