Bajo el lema “Señor, enséñanos a orar”, el Papa Francisco nombró este 2024 como el Año de la Oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la necesidad de orar.
Por este motivo es que durante la presentación de las ofrendas de la Eucaristía de inicio de año escolar para los colegios de Iglesia de la Arquidiócesis de Concepción, se entregó un signo que representa la invitación del Papa Francisco a intensificar la oración, en este signo se ve la familia que representa la unidad de la oración y sus colores son una actitud de amor, fe, esperanza y fraternidad para prepararnos a vivir el Jubileo del 2025.
La Delegada Episcopal para la Educación y la Cultura, Adriana Fernández, señaló que la idea de este signo “es hacer más palpable la invitación del Santo Padre a tener este año de oración en preparación al Jubileo, pero también es una invitación a que las comunidades educativas puedan darle el valor que tiene a la oración”.
En este sentido, el Asesor Pastoral de la Vicaría Pastoral para la Educación y la Cultura, Pbro. Mauricio Aguayo, indicó que la oración es muy importante, porque “nuestra vida de fe, nuestra vida espiritual, nuestra vida en la Iglesia y en el mundo, comienza y termina en Dios y la oración es el medio para entrar en la presencia de Dios conscientemente, es la forma de diálogo que el mismo Señor nos regaló; Él me habla y yo le escucho, yo le hablo y Él me escucha”.
Pero, ¿cómo incentivar a niños y jóvenes a dialogar con Dios?, el Padre Mauricio explica que se debe “propiciar una experiencia de oración que sea significativa para sus vidas, experiencia que normalmente no han tenido porque tendemos a mantener una práctica simplista de oración, una oración de la primera infancia basada solo en rezos, pero que no ha ido creciendo a la par del desarrollo humano de las personas”.
Entonces, es importante potenciar los “momentos personales y comunitarios que les permita, a niños y jóvenes, tener un momento de intimidad con Dios. La intimidad, algo tan precioso en la vida humana y cristiana, es particularmente importante en la etapa de estructuración de la personalidad de los estudiantes; si en esta etapa, en que se configura el modo de relacionarnos con los demás y con Dios, la oración se transforma progresivamente en un espacio de intimidad con Dios, esta será el soporte de la vida familiar, social y eclesial de los jóvenes creyentes”.
En relación a la manera en que las comunidades educativas pueden promover la oración con los estudiantes, afirma que “la oración, como opción pastoral, nos desafía a preparar, y no solo para los estudiantes, momentos de oración que sean significativos, es decir, que sean capaces de vincular al Dios de la Vida con lo que sucede en la vida de quienes oran”.
“No se trata de que la oración sea corta o larga, sea lenta o dinámica, sea silenciosa o exultante, se trata más bien de que establezca nexos directos e indirectos con las situaciones de vida que experimentan los niños y jóvenes, incluyendo aquellas situaciones que viven otros como forma de dilatar el corazón para acoger los sufrimientos y necesidades de tantos”.
En conclusión, “la promoción de la oración va a ser más efectiva en la medida que los mismos «orantes» la valoren y vayan aprendiendo a descubrir su potencial. Por cierto que lo anterior no será posible sin que exista una adecuada planificación y ejecución pastoral que dé espacio y prioridad a la vida de oración en las distintas etapas del crecimiento escolar”.